¡Namaste!
Esta también fue una de esas ocasiones en las que me
encontré con mi México lindo y querido, cuando la unidad hizo la fuerza y todo
el zócalo retumbo al unísono el grito de “México no estás solo”.
Me encontraba un tanto pensativa un día antes, tenía
planeado ir a la marcha por los estudiantes de Ayotzinapan en mi ciudad natal,
mi Toluca, sin embargo, las circunstancias me llevaron a cambiar de planes e ir
al Distrito Federal a ver a unos amigos, mientras esperaba en Observatorio
pensé que si por alguna extraña razón no los encontraba me iría a la marcha en
el zócalo, cómo son las cosas que vi a mis amigos, y después de unas deliciosas
tortas uno de ellos me pregunto ¿Quieres
ir a la marcha? A lo que respondí afirmativamente con el corazón vuelto loco
por la oportunidad.
Fue una experiencia bien hermosa, justo llegamos cuando la
marcha había empezado éramos unas 100 personas marchando con varias filas
humanas en las orillas, muchas de ellas con veladoras, llegamos al zócalo,
aunque se sentía un tanto vacío nuestra luz se podía ver y sentir, se empezó a
hablar de diferentes cosas, a veces repitiendo las frases que se dicen en las
marchas, había niños, anciones, jóvenes, señores, señoras, etcétera, después de
media hora aproximadamente, se sintió el retumbar de los pasos de los mexicanos
que nos precedían, sentí una corriente que recorrió todo mi cuerpo, toda mi
alma, todo mi ser, rápidamente el zócalo se llenó de mi México, personas de
todas partes, de todos los estratos sociales, de todas las edades, enfrente de
palacio se pusieron unas sillas que simbolizaban a los 43 estudiantes y atrás
de ellos estaban sus padres. Después de lograr el orden en el zócalo cada padre
dio su testimonio, se veían caras largas, tristes, algunos incluso llorando,
fue una experiencia magnifica, muchos sentimientos encontrados pero sobre todo
un México por una causa en común, después del testimonio fui a dar una vuelta
con mi amigo para despejarme un rato, era necesario, puesto que había sido una
situación fuerte para nosotros, para nosotros que amamos a nuestro México con
toda nuestra alma y nuestro ser, llegamos a la plaza Santo Domingo, empezamos a
platicar de relatos del México antiguo, un indigente se nos acercó y le
compartimos un cigarro, se escuchó la marcha de unos estudiantes que pasaron
cerca de nosotros, después de un rato nos movimos nuevamente hacia nuestros
amigos y seguimos nuestro camino hacia su hogar.
Entre los puntos que quiero destacar son los siguientes:
Empezamos pocos finalizamos muchos, como se ha comentado en
clases anteriores es muy importante empezar por uno mismo, ese es el primer
paso que te abre las puertas para que más gente se una a ti, a una misma causa,
esto es lo que observé con este movimiento que aunque empezamos unos pocos, no
nos desanímanos y seguimos hasta que se reunió una multitud impresionante.
“No sé porque nos hacen esto, solo por ser campesinos y no
ser como ellos” me llegaron demasiado las palabras de uno de los padres de un
estudiante, fue darme cuenta de una realidad, de cómo la gente se siente menos
que los demás y por esta causa cree que por eso le suceden las cosas, para mí
todas las personas son muy valiosas, tanto vale el indigente como el gran
empresario o activista social, cada persona cumple un papel fundamental en este
mundo, porque todos somos uno, y lo que le pase a uno le pesa al otro.
México unido, nunca había sentido esto, la unidad de mi
pueblo mexicano, todos unidos por una misma causa, que aunque no nos pasó
directamente tenía gran influencia en nosotros, fue darme cuenta de que no
estamos solos, de que hay más gente luchando por un cambio, porque México lo
hacemos todos.
Fue una experiencia realmente hermosa que volvería a ver una
y otra vez, porque sentir a mi México me ha hecho amarlo como nunca antes,
quiero lo mejor para mi país y seguiré luchando para que mi México sea un lugar
libre, en equilibrio y que viva en el amor.
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